12 Años de Esclavitud

Yo quería ver Frozen, pasarlo bien y echar unas risas, pero mi acompañante ya la había visto así que acabé metida en una película de estas en las que uno lo pasa mal más que otra cosa.


Esta película trata la esclavitud en América sin esconder nada, mostrando como de duro era estar en una plantación, sacando a la luz el monstruo que esconde el ser humano dentro. Tiene momentos que se salen, como cuando justifican la esclavitud porque lo dice la Biblia. "¿Por qué no me sorprende?" susurré en ese momento. Se ven maltratos e injusticias constantes. Además, como era de esperarse, está basada en hecho reales, concretamente se basa en un libro autobiográfico, escrito por uno de esos esclavos, con el mismo nombre que la película.

La historia comienza con un hombre de color, Solomon (Chiwetel Ejiofor), que es libre y está asentado con su familia en NY, a la que mantiene tocando el violín. Aparecen unos cazatalentos que acaban vendiéndolo al mercado de esclavos y ahí empiezan doce interminables años de sufrimiento para Solomon en el que le arrebatan hasta su nombre.

Desde luego tiene un reparto muy digno. Michael Fassbender hace un buen papel como "malo" al que se le va la olla más de una vez y se deja llevar por su lado lujurioso siendo infiel, aunque proclame que es un cristiano modélico. Chiwetel Ejiofor también hace una interpretación de alto nivel. La actriz que hace el papel de Patsey también es destacada por su interpretación, además de por lo que tiene que sufrir su personaje. Un personaje que no quiere vivir porque su vida es peor que la de muchos de los esclavos de la plantación de algodón, se sufre mucho con esta muchacha.

La película no se calla nada. Vemos a niños sufriendo, espaldas cruzadas por los látigos, formas de pensar que alteran a quien las escucha. La película da mucho que pensar. Y hay que aguantarse y verla sin cerrar los ojos porque es algo que forma parte de nuestro pasado y de nuestro presente.



La película está muy bien producida, pero creo que su verdadero valor radica en que cuenta la verdad y la cuenta como debería de contarse, sin suavizarla, por mucho que no nos guste ver nuestra propia crueldad.